Sin duda que cada siglo parece tener una determinada apetencia por una ciencia. El siglo XIX fue el de la biología y el siglo XX en buena parte ha sido el de las ingenierías … aunque más correcto será decir que es el de la “aplicación” de las ciencias: ese helicoidal mundo de las tecnologías. * Pocos momentos tiene la biografía humana en donde no solo todas las ciencias, sino todas las artes, parecen confluir convocadas por el espíritu a ser exaltadas: el siglo de Pericles en Grecia y la regencia de Luis XIV, el Rey Sol, así como el renacimiento italiano, parecen ser pocos ejemplos de esta visión poligonal, en la historia. Voltaire, que relacionaba la política con el desarrollo de la sociedad y las ciencias, decía que solo hay cuatro siglos en la Historia, para los que piensan y tienen gusto: el de Pericles, el de Augusto, el de los Médicis y el de Luis XIV. Europa -decía- debe su cortesía y espíritu de sociedad a Luis XIV. (Léase cita de F. Herrera Luque, La huella perenne, Ed. Monte Avila, Caracas, 1981). En general, el despegue de las ciencias depende de ciertos "puntos de ebullición", los que otorgan la capacidad de fructificar y poner el punto de "leudo" al conocimiento, para crear ciertas atmósferas posibles en las ciencias. Por ejemplo, el genio de Miguel Angel no hubiese podido eclosionar sin los Medias de Florencia y el Papa Julio II de Roma; los descubrimientos y muchas creaciones de Leonardo da Vinci, tampoco sin el auspicio del rey francés Francisco I, en Cloux, Amboise. Semmelweis en Austria -a pesar de su observación brillante sobre la antisepsia (como se la llamara después) en relación a la fiebre puerperal, jamás pudo comprobar la existencia de los microbios, que la producían, sino cuando Pasteur recién años más tarde “demostraba” para la ciencia su realidad: microscopio y cultivos en cajas de Petri no se patentaban en tiempos de Semmelweis.
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