En 1902 inicié un modesto estudio sobre la técnica musical del Himno Ecuatoriano, obra del insigne compositor Señor Don Antonio Neumann. Noté, en tan bella e inspirada composición, algunos defectos de forma: desacuerdo entre la letra y la música; difícil modulación en el paso del canto del Coro al de la Estrofa, y viceversa; demasiada altura fonética en la parte del Coro; y un falso compás de cuatro tiempos que rige el ritmo métrico de la música del Himno; defectos que, a mi modo de sentir, he logrado subsanar con las reformas introducidas; reformas que se traducen naturalmente en la unidad del Himno y en su fácil ejecución. Aquellas modificaciones no han alterado de un modo fundamental el tema melódico. Todo lo contrario. Con ellas se ha facilitado la interpretación y desarrollo del argumento poético musical, a fin de que, en recíproca compenetración de sentimientos, llegue más intensa y más comprensible a nuestra inteligencia y a nuestro corazón, despertando en el alma ecuatoriana esas mágicas y sublimes emociones que solo el divino arte es capaz de procurar en el espíritu humano. Para evitar suspicacias y malas interpretaciones de personas que poco conocen del arte, me permito acompañar también a mi proyecto una copia del canto del Himno en la misma forma de letra y de música escrita en el original, con la diferencia del transporte de la música del Coro al tono de fa, y de la Estrofa al tono de do, adoptando a la música el compás de dos tiempos, de acuerdo con el respectivo ritmo métrico de la obra. Ensáyese el Himno con cualquiera género de voces, según este modelo, y se llegará al convencimiento práctico de que en nada se ha tocado el tema del Himno; así como de que, con solo el cambio de tono de las partes y del compás de cuatro tiempos, se ha obtenido fácil ejecución, con más sentimiento y verdadero aire marcial, dentro del conjunto tonal de la idea musical.
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